La reunión entre el director de Aduanas, Eduardo “Yayo” Sanz Lovatón, y la gobernadora de Nueva York, Kathy Hochul, es mucho más que una buena foto diplomática. Es un movimiento en tres tableros: comercio, diáspora y reputación institucional.
Según lo informado, el encuentro se centró en fortalecer los vínculos comerciales entre la República Dominicana y el estado de Nueva York, con énfasis en las empresas que exportan hacia el país y en las compañías mudanceras que sirven a la diáspora. Ahí entra Aduanas con un nuevo reglamento para regular estas operaciones, buscando más transparencia, eficiencia y seguridad en los envíos.
Para la diáspora dominicana, que sostiene una parte importante de la economía nacional con remesas, negocios y consumo, esto significa algo concreto: que el Estado comience a ver sus envíos y sus empresas no como un caos tolerado, sino como un canal económico que merece reglas claras y trato institucional.
Del lado de Nueva York, la señal también es relevante. Hochul tiene en los dominicanos una de las comunidades inmigrantes más influyentes del estado. Sentarse con la Dirección General de Aduanas en una agenda de trabajo reconoce que la relación ya no es solo cultural o política, sino económica y logística.
En el fondo, este tipo de reuniones define qué país quiere ser la República Dominicana: uno que improvisa sobre la marcha o uno que convierte su relación con la diáspora y el comercio exterior en política de Estado.
Aduanas, en este caso, está jugando una carta que va más allá de los puertos y aeropuertos: usar la logística como puente entre la gente que se fue, la economía que se mueve y la reputación de un país que quiere ser tomado en serio.
